En un tropiezo premeditado por las traiciones de la vida, me encontré de frente con aquel muro caído en el que inmortalizaste con versos los días de inspiración que levantaron las murrallas de nuestro amor.
De repente vinieron a mi memoria aquellas tardes teñidas de azul que ensordecían cualquier pronóstico de tormenta, esas de las que fuimos testigos aventureros o autores cobardes, y el modo en que tuve que secarme y recurrir a un definitivo, imposible e inconstante intento de indiferencia.
Hoy, firme en la honestidad que han forjado en mi unos años de cruel introspección, veo las palabras que te han servido alguna vez de consuelo y motivación para el olvido, como un lugar seguro donde descansar sin decepcionarme de mi misma en esos días en que pienso en tu rostro y recuerdo, ya sin desearte, cuánto te he amado.
- El amor madura - dijiste.
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